miércoles, 17 de noviembre de 2010

ANDE YO CALIENTE (El día de Valladolid)



Los populares versos Ande yo caliente, y ríase la gente, que el poeta culterano Luis de Góngora escribiera en 1581, hace más de cuatrocientos años, siguen estando hoy muy vigentes en muchas casas, sobre todo en el medio rural, en las que durante el invierno el calor llega por algunos medios tradicionales como la gloria, la cocina económica, también conocida como bilbaína, la estufa de leña, el hogar o el brasero, que, como sucede en muchos pueblos de Valladolid, se siguen utilizando desde épocas remotas.

Ya es noviembre, sin avisar, el frío ha hecho su presencia y desde el Pilar, en la casa del veterano matrimonio riosecano compuesto por Miguel Fernández y Josefa Abril se ha comenzado a encender la gloria. Cada día, a las nueve de la mañana, su hijo Casto, como ha hecho durante 40 años, es el encargado de dar fuego, en apenas diez minutos, a estas galerías que existen bajo el suelo de la casa, cuyo milenario origen hay que buscarle en el hipocausto romano.
Con unos pocos papeles, algunas astillas y dos trozos de madera, la gloria dará calor al comedor y la cocina hasta el día siguiente. «Es muy barata y lo único que tiene es que no hay un botón para encenderla, y te tienes que levantar para prender», explica entre risas el patriarca de la familia Fernández.

El veterano matrimonio también tiene una cocina económica con la que dan calor a los once radiadores de las habitaciones del piso superior. Una cocina que recibe ese nombre «ya que a la vez de dar calor, sirve para cocinar y calienta el agua», según expresa la veterana riosecana Victoria Martínez, quien a sus 79 años destaca que «cuando cocinas la comida tiene mucho mejor sabor que cuando la realizas en el butano».

Frente a la gloria y la cocina económica, otras personas se han decidido por mantener en sus viviendas la estufa de leña porque aseguran que «el calor que desprende el fuego no tiene nada que ver con el de las calefacciones modernas de gas o gasóleo».

El brasero. Tampoco hay que olvidar el tradicional brasero que, aunque algo más olvidado, en Villagarcía de Campos sigue encendiendo con brasas del hogar y cisco (carbón vegetal) Manuel Centeno como hizo su madre Eduarda Espinel que, a sus 67 años, ha pasado el testigo de esta costumbre a su hijo. «Lo más importante es escarbarle de vez en cuando para que se avive y no se apague», indica Manuel, mientras coloca el brasero bajo la camilla.

En este breve periplo de viejos medios de conseguir calor en las casas, el hogar es, posiblemente, el más antiguo. Ocupaba el centro de la vivienda y, además de servir para dar calor, cocinar y ahumar algunos alimentos, era lugar de reunión familiar, en especial en invierno. Por extensión, acabaría llamándose hogar a toda la casa.

En la actualidad, el hogar ha perdido sus funciones principales para convertirse en un atractivo elemento en bodegas, merenderos y casas rurales como la que en Rioseco poseen el matrimonio formado por Jesús García y Mercedes Herrero quienes destacan que «para muchos de nuestros clientes el hogar es algo nuevo».

Al final, gloria, cocina económica, estufa de leña, brasero y hogar forman parte del eco lejano de un pasado que, por suerte, ha llegado hasta nuestros días, aunque sólo sea para darnos el más grato de los calores.